sábado, 21 de noviembre de 2009

de copiloto

De mis primeros recuerdos… tal vez tendría unos 4 años, fueron unos viajes en la avioneta de la compañía en donde trabajaba mi papá.

No recuerdo a dónde iba o porqué, pero recientemente me vino un recuerdo bonito.

No recuerdo cómo pero llegué a la cabina de la avionetita, y me senté en el asiento del copiloto.

Recuerdo claramente la vista y el volante (o como se diga).

Comencé a manejar según yo.  El piloto me iba dando instrucciones y yo estaba seguro que iba manejando.

Recuerdo además haber pensado que era fácil conducir, pero de repente me asaltó una duda… ¿cómo le iba a hacer para aterrizar?

Pero mantuve la calma, volteé a ver al piloto y le dije: “Señor, por favor me dice cómo aterrizar, porque creo que no sé…”

Creo que me aburrí y me regresé con mi mamá, porque no recuerdo haber “aterrizado” el avión…

viernes, 17 de julio de 2009

Pequeño traidor…

Teníamos vecinos nuevos.

Uno de nuestra edad y un hermano mayor enorme (como de 9 o 10 años).

A Homerín, Julito y a un servidor no nos cayeron muy bien. Quisimos ser amigables, lo recuerdo bien. Pero no eran simpáticos y no quisieron ser amigables.

En fin, en adelante hubo una serie de problemas y terminamos de pleito. Pedradas, gritos, insultos, etc.

En una ocasión tuvimos que darle su merecido al pequeño extraño. Al parecer le pareció ridícula nuestra prueba de ponernos un gusano bellotero en el brazo. No tenía remedio y merecía la lección.

En eso, mientras el menor estaba en el suelo llorando, vimos venir al grandulón corriendo hacia nosotros. Parecía un toro enojado. No le agradó ver a su hermanito llorando.

Ya venía muy cerca, por lo que salimos corriendo hacia mi casa con el monstruo tan sólo a un metro de nosotros.

Homerín, que corría más rápido, llegó primero a mi casa y abrió la puerta. Entró corriendo y enseguida entré yo. La adrenalina corría por mis venas y me volví para cerrar la puerta en cuanto entrara Julio.

Desgraciadamente el niño grande venía justo atrás de él. A punto de atraparlo.

Tomé la puerta, indeciso con respecto a cerrar o no.

Recuerdo la cara de Julito. Desesperado… Si el miedo tiene rostro sin duda es exactamente como lo que ví ese día.

Atrás venía el monstruo. No dudaría en despedazarnos a los tres si tenía oportunidad.

Tuve que tomar una decisión. Y la decisión fué salvar mi trasero. Cerré la puerta en las narices de Julito.

Oí mucho ruido y corrí a pedir el auxilio de mi mamá. Llegó mamá y abrió la puerta. Julito yacía tirado en el piso, llorando desconsolado. El monstruo había desaparecido.

Hasta la fecha sufro con ese recuerdo.

Después nos vengamos unas cuantas veces…

Llegaron los Reyes Magos…

Llegué a casa de cenar en casa de los abuelos.  En el jardín había excremento de algún animal grande.  Caballos o vacas seguramente.

Para mí eran de un elefante, un caballo o un camello. Tal vez de los tres. Los Reyes Magos habían llegado.

Mi papá estuvo de acuerdo conmigo, era lo lógico. 

Efectivamente, entré y los regalos ya estaban ahí.

Los regalos de los Reyes Magos no eran tan divertidos como los de Santa.  Por lo general ropa y dinero.  Pero igual fue emocionante.

La Lluvia de Estrellas

Allá por 1981, durante la mañana, mi padre me informó que por la noche habría una “lluvia de estrellas”.

Pasé el día entre emocionado por el espectáculo inimaginable que me esperaba. Algo nunca antes visto en mis 4 años de vida.

Olvidé preguntar cuál era el impacto que tendrían las estrellas al tocar tierra, cosa que me preocupaba un poco. ¿Caerían lejos? ¿No alcanzan a llegar a la tierra? ¿De qué tamaño es una estrella? ¿Qué es una estrella? Todas esas preguntas vinieron a mi mente demasiado tarde, pues me fuí a la escuela y no vería a mi padre hasta la tarde.

Recuerdo que la impaciencia hizo que el día pareciera eterno.

Llegué a casa y comencé a hacer todas mis preguntas a mi madre. De acuerdo a lo que entendí, no eran estrellas, pero eran fragmentos en el espacio, algo relacionado al calor y fragmentos encendidos. Pero no tenía de que preocuparme porque no llegaban a la tierra. ¿Entonces, eran pedacitos de piedra? Muchas otras preguntas surgieron en mi mente. ¿De dónde vienen? Siguió la paciente explicación de mi madre. Que por cierto, desde pequeño me enseñó qué cuando no entendiera algo había que ir por la enciclopedia. Hasta la fecha no puedo estar tranquilo si no investigo algo que no sé. Ese día consultamos un diccionario enciclopédico que por ahí ví vivo hace poco.

En fin… llegó la noche, sacamos unas cobijas al jardín y nos recostamos todos a esperar. La noche era fresca y me sentía muy cómodo. Cómodo como sólo te sientes de pequeño.

Recuerdo que no estaba tan seguro de que no llegaran a la tierra. Y me sentía bastante nervioso. La idea de unas piedras envueltas en llamas cayendo del cielo no me dejaba del todo tranquilo.

El espectáculo fué increíble. El cielo despejado de un pueblo permitió ver por muchísimo rato una cantidad impresionante de estrellas fugaces. De repente los nervios volvían, pues eran muchas y moviéndose muy rápido. ¿Cómo estabamos seguros que no caerían en dónde estábamos?

Jamás en la vida he vuelto a ver un espectáculo similar…

viernes, 12 de junio de 2009

tele nueva…

Puesto que crecí cerca de la frontera, era normal para mí hacer la mayoría de las compras en los EU.  Ropa, electrónicos y hasta el súper.

También estaba acostumbrado a que había que pagar cuando te tocaba la mala suerte de que te pararan.

Un día iba con mi abuelo y una tía, ya que fuimos a comprar una tele para mi tía.  Nos pararon en la pasada y creo que a mi abuelo no le pareció lo que le querían cobrar.

Nos regresamos y pidió que lo dejáramos en la calle, del lado americano, y que lo recogiéramos del lado mexicano en tal calle.

Cruzamos, y fuimos a la calle acordada.  Recuerdo claramente la imagen de mi abuelo saliendo de los arbustos cargando una televisión de tamaño mediano tirándole a grande.

Yo estaba muy chico, 6 años máximo, y no entendí mucho lo que pasó hasta después.

jueves, 11 de junio de 2009

llantas del Tío José

Tenía yo no más de 3 años. Lo sé porque hasta esa edad viví en el departamento dónde sucedió lo siguiente...


Había un vecino que vivía sólo. Como todos ahí eran tíos o tías, le decíamos Tío José. Vivía sólo y creo que era más joven que los demás vecinos.

Era a todo dar... Siempre tenía chocolates...

Un detalle curioso es que en el “contry”, dónde vivíamos, las puertas de todas las casas siempre (siempre, siempre) estaban abiertas. Entrabamos a la casa que quisiéramos cuando quisiéramos. Ya sabíamos donde habría pastel, chocolates, etc…

La casa del tío José tenía un atractivo bastante interesante para mis amigos y para mí: una cama de agua. Durante el día los hombres no estaban, y durante vacaciones sabíamos que podíamos entrar a brincar en esa cama tan divertida; siempre y cuando llegáramos antes que “doña Ramona”, quien se encargaría de dejar todo como si nada hubiera pasado.


Un día lo traicionamos... Encontramos unos clavos muy grandes y los colocamos debajo de sus llantas. Inclinados perfectamente para que cuando metiera reversa, los clavos se enterraran en cada llanta.


Esperamos escondidos a que tuviera que mover su carro y ¡pum! Ahí tronaron. Nos pareció muy divertido y nunca nos descubrieron.

Que gusto de hacer maldades sin saber que eran maldades… creo…

viernes, 5 de junio de 2009

el día que el abuelo me contó su vida…

El abuelo… mi tata, el único que tuve, hablaba poco.

Mi convivencia con él se redujo básicamente a nuestras caminatas matutinas (ver post anterior), los juegos de softball (ver post anterior), ver las noticias, comidas cuando pasaba el verano con ellos, y creo que ya.

Hubo una vez, pero no puedo recordar si fue cuando nos visito en Monterrey, o en alguno de los veranos que pasé en Cananea, que con un par de preguntas logré que me contara toda su vida.

Es uno de esos recuerdos que uno realmente atesora.

Se puso a contarme una vida realmente interesante, que sólo podía imaginar llena de aventuras.

Si mal no recuerdo su mamá murió cuando murió su hermana, después murió su hermana cuando era muy pequeña, después mataron a su papá, lo cuidó su madrastra…

Como a los 12 o 13 años ya andaba sólo por la vida.  Recuerdo que nació en Aguaprieta en el 17 o el 19 (casi seguro que fue el 19), que trabajó en un molino en alguna nueva ciudad, creo que también estuvo en un internado en Hermosillo, y después descubrió la minería no sé dónde.  Terminó en Cananea también siguiendo la minería. Ahí conoció a la abuela e hizo su vida.

Pensé en redactar ese relato muchas veces cuando aún lo tenía fresco.  Pero cómo uno piensa que nuestros seres queridos son para siempre, lo fui dejando para una segunda plática con el abuelo.

Murió y tristemente mi recuerdo de su vida es un párrafo.  La abuela duró 10 años más y nunca conseguí los datos para escribir ese relato, y para el de ella.  De ella sé lo mismo o un poco menos.  Lo que sí es seguro que conseguiré la información de sus hijos.

Sin embargo, me queda el momento y lo guardaré por toda la vida…

aquel juego de softball…

En alguna etapa de mi divertida adolescencia, decidimos armar un equipo de softball para jugar en la liga de la colonia.

Cuando menos me di cuenta el equipo ya estaba hecho y yo no había sido incluido.  Éramos un grupo de amigos muy grande y había suficiente gente para hacer un segundo equipo.

Obviamente el segundo equipo sería algo así como la película de “The Replacements”.

Pues en mi berrinche, armé un equipo y decidí retar al primer equipo.  La apuesta fueron 7 cartones de Carta Blanca.  Era una pequeña fortuna en aquel entonces, tomando en cuenta que cada uno tenía un presupuesto por fin de semana equivalente a tal vez una tercera parte del cartón.

Recluté algunos “externos” (gente que se juntaba poco y posteriormente fue motivo de reclamo por parte de mis adversarios), entrenamos un par de fines de semana y finalmente llegó el día en que nos enfrentaríamos al primer equipo.

Recuerdo pocos detalles de aquel juego, y recuerdo que jugué muy poco.  Me dediqué principalmente a dirigir a los muchachos.

Jugamos  muy bien y finalmente se dio por terminado el juego por diferencia de carreras.  Recuerdo las caras poco amigables del primer equipo.

Y recuerdo que me vaciaron una hielera encima al momento en que se dio por terminado el juego.

Un bonito recuerdo que apareció el día de hoy.

y se fue mi vecino…

Fue el primer niño que conocí en esa nueva casa… yo tenía como 9 años…

Mi hermano y yo jugamos con él y con Luis en las bicicletas ese primer día.

De ahí en delante estuvo a mi alrededor durante varios años…

Estuvimos juntos en el karate por unos años, jugábamos en el parque y me lo encontraba por todos lados…

Durante la adolescencia desapareció… nunca supimos que le pasó.

La verdad es que era un desmadre, pero era un niño incapaz de hacerla sólo.

Hasta donde yo sé su familia nunca recibió noticias de él.

Fue muy gradual el aceptar que jamás regresaría… Lo recuerdo muy seguido y me gustaría pensar que anda por ahí en algún lugar del mundo. Hoy me acordé de él y por primera vez pensé que tal vez ya no está en éste mundo.

Fue hace como 15 años ya…

Teníamos unos amigos que eran albañiles de Tampico… él se juntaba más con ellos… pero dudo mucho que hayan sido ellos. Además después supe que si les tocó un interrogatorio al estilo de la justicia mexicana.

Y a ratos me imagino y quiero pensar que anda por ahí, que se metió en un problema que le impidió regresar o reportarse con su familia. Que vive en alguna isla caribeña. Después nomás no me cuadran mis fantasías.

Aún no me atrevo a pensar un "descanse en paz"... pero seguirá en mis oraciones.

martes, 21 de abril de 2009

Los “premios de puntualidad y asistencia” y mamá…

Si llegué a faltar a clases tres días en toda la primaria y secundaria, se me hace mucho.

No incluyo preescolar, sobre todo porque hubo una temporada en que decidí terminantemente que no me quedaría en el kinder al que mis padres (sin consultarme) decidieron cambiarme… esa será otra historia.

Rara vez me enfermé de cosas como un resfriado y no recuerdo haber tenido que faltar a clases realmente, excepto cuando hacía frío y me daba una enfermedad respiratoria.  Me cansaba caminando y tenía que detenerme a descansar.  No podía jugar en el recreo y pasaba esos días realmente mal.

Para mi adorada madre, el hecho de faltar a clases era algo así como pecado mortal, no sé porqué… eso y llegar tarde a algún lado.

Su truco era el siguiente:

Cuando me negaba yo a levantarme me decía:

“Mira… levántate, báñate, desayuna y nos vamos a la escuela… si al ratito te sigues sintiendo mal todavía, me llamas y voy por tí…”

Obedientemente me levantaba, me bañaba y desayunaba… Ya levantado, ¿a qué me quedaba en la casa?

Y ya en la escuela, aunque todavía me sintiera un poco mal, como que no tenía caso.  Ya no tenía sueño, ya estaba ahí… ¿ya qué?

Me acordé de esto la semana pasada, porque me sentía cansado ya de varios días, con dolor de cabeza, de esas veces que sientes que te vas a enfermar… no me quería levantar, y mucho menos pasar el día en la oficina.

Pero inconscientemente me dije a mi mismo:

“me voy a levantar, bañar y desayunar… y si al rato me sigo sintiendo mal, me regreso a casa y ya”…

Está de más mencionar que pasé el día en la oficina…

domingo, 8 de marzo de 2009

unos días con los geólogos

Caminando por Reforma la semana pasada, vi a unas personas trabajando con un teodolito.

Me acordé de un detalle que no recordaba de aquel verano que pase en la mina.

Hubo unos días que me enviaron como ayudante de unos geólogos, que iban a "seguir una veta". Es decir, median la distancia e inclinación de cada tramo de una veta.

Total, ahí anduve explorando un cerro con los geólogos.

Estuvo interesante darme cuenta la exactitud de los datos que obtenían basados en distancias y ángulos.

Ahora esa tarea seguro es muy fácil. Ha de ser cuestión de darle "Rec" a un aparatito y caminar sobre la veta.