Llegué a casa de cenar en casa de los abuelos. En el jardín había excremento de algún animal grande. Caballos o vacas seguramente.
Para mí eran de un elefante, un caballo o un camello. Tal vez de los tres. Los Reyes Magos habían llegado.
Mi papá estuvo de acuerdo conmigo, era lo lógico.
Efectivamente, entré y los regalos ya estaban ahí.
Los regalos de los Reyes Magos no eran tan divertidos como los de Santa. Por lo general ropa y dinero. Pero igual fue emocionante.
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