miércoles, 1 de mayo de 2024

El Funeral de Papá

Uno sabe que este día va a llegar.

Lo que yo no sabía es que sería fuera de mi tierra y sin gran parte de nuestros seres queridos.

No estaba listo para hablar, pero sabía que tenía que hacerlo. Mis hermanos y mi mamá no tenían ganas de hablar frente a tanta gente que no conocíamos. El tema es que, si uno de nosotros no lo hacía, seguramente alguien más lo haría. Eso, sentía, no le iba a gustar a mi papá, y él estaba ahí.

No recuerdo exactamente qué fue lo que dije, pero recuerdo esta parte:

'Mi papá era un hombre que buscaba aprender y construir sobre lo aprendido. Por lo tanto, ustedes conocieron al mejor papá que yo tuve, a mi papá en su mejor versión.'

Recuerdo haber visto a la gente reaccionar, sonreír, inclinarse hacia adelante y aplaudir.

Se sentía amor y cariño, se sentía apoyo.

Siempre erguido, siempre de pie, siempre saludando, sonriendo, mirando a los ojos, escuchando, agradeciendo.

Así es como él quisiera.

Como pez en el agua

De vez en cuando veo en la playa a una persona en silla de ruedas, llevada por un par de personas. Le colocan su silla cerca del agua, lo cargan unos metros, y se sienta a contemplar el mar.

El otro día, tuve la oportunidad de ver cuando lo introdujeron en el agua. Estaba feliz, nadando, gritando, riendo y flotando.

Una de las personas que lo acompañaba, una mujer, lo observaba con preocupación, con las manos cubriéndose la boca, como conteniéndose de decirle: '¡ten cuidado!'. Sus ojos rojos no dejaban claro si era por miedo, alegría u otro tipo de emoción.

El hombre que lo introdujo al agua no le seguía el paso, se movía muy rápido. Simplemente se quedó parado, observándolo atento y contento.

viernes, 20 de octubre de 2023

Una reflexión más en el mundo acerca de vivir el momento.

Recuerdo el último viaje que hice por carretera; solos yo y mi papá. No sabía que sería el último. Nadie me avisó.

De niño disfrutaba mucho, pero mucho, viajar con mi papá. La aventura. Las pláticas. Las escalas. El lonche que nos mandaba mi mamá o mi nana, dependiendo de para dónde íbamos.

Lo traigo a la mente porque mi papá, ya de grande, disfrutaba de todo. Todo lo que tuviera enfrente.

He pensado mucho en eso porque siento que es un tema que uno entiende solo con la edad. Y de unos años para acá, lo comprendo más. Pensaba que era algo circunstancial. Tal vez sí, pero también tiene mucho que ver con la edad.

Ese día, para variar, yo manejé. Un trayecto de diez horas. Andaba yo desvelado, o más bien no había dormido pero no dije nada. Cosas de la inmadurez.

Él, en cambio, iba contento.

En una parte del viaje, recuerdo que sacó un termo con vino tinto. Sacó su vasito. Sacó un queso. Sacó su navaja. Puso su música. Y simplemente, disfrutó del momento.

Me llamó la atención porque fue la primera vez que percibí a mi papá como alguien ya mayor. Tenía solo diez años más que yo ahora y, con el tiempo, uno aprende que los años vuelan.

Desde ese viaje, noté que él procuraba disfrutar de cada momento. Un café, una lectura, una llamada, una caminata, un paisaje.

Últimamente, he comprendido la importancia de disfrutar el "ahorita". No hay un "después" o un "antes", solo existe el ahora.

No disfruto del presente porque el tiempo pasa rápido, o porque la vida es corta, o porque los niños crecen muy rápido, o porque veo que me voy volviendo viejo. Disfruto del ahora simplemente porque es lo que tengo. No hay más.

Antes, siempre estaba en busca de algo: un objetivo, un logro, una circunstancia. Pero ya no. Y un descubrimiento valioso ha sido darme cuenta que esto no me hace conformista o mediocre. Al contrario, me ha ayudado a mejorar, tanto personal como profesionalmente.

Disfrutar es sentir que no te falta nada. Es vivir y apreciar lo que está presente. No necesariamente significa alegría, dicha o felicidad extrema. Es simplemente reconocer que, en este momento, todo es como debe ser. Y reconocer que el "ahorita" no cambiará en el ahorita.

jueves, 27 de julio de 2023

Todo fuera como un castillo de arena

La vida debiera ser mucho más simple.  La forma de manejar el conflicto también.

El fin de semana hice un castillo de arena con mi niña en la playa.  Terminamos y nos metimos a jugar al mar.

Un niño salió del mar con su papá, y pisó el castillo.  Con toda la intención de destruirlo.  Lo tomé como ofensa.  Pensé que había que darle una lección al papá para que a su vez diera una lección al hijo.

En eso mi niña me dice: "¿Oye papá, ya que el niño destruyó el castillo, vamos a terminar de destruirlo?."

Y se rió, y brincó y se fué, y dejó atrás el castillo.  Todo fuera como eso.

Hicimos otro castillo.  Nos metimos al mar.  Pasó una niña y lo pisó.  Así es el mundo.  Así es la vida.  Nada es personal.


martes, 31 de enero de 2023

De las "picaps" y los "raites"

Viví mis primeros años en un lugar del mundo en el que la gente andaba en camionetas pick ups, en una época en que los conductores se detenían cuando veían gente caminando.  

Los caminantes se subían a la camioneta, muchas veces sin cruzar palabra con el conductor.  

El conductor seguía su camino y cuando los nuevos pasajeros se querían bajar, daban un ligero golpe en el techo o costado de la camioneta.

El conductor se detenía y los pasajeros bajaban.  Ahora sí, dando las gracias.

Y así.

Uso responsable de los recursos que te dió la vida.

lunes, 10 de febrero de 2020

Los anteojos y la relajación

Después de 34 años usando lentes, y 30 usando lentes de contacto, me operaron los ojos.
Durante toda la vida alterné lentes de contacto y anteojos.
Llegar a casa y quitarme los lentes de contacto me relajaba.  Me relajaba mucho.  Me ponía los anteojos y me sentía agusto.

Hoy no necesito lentes de contacto y no necesito usar anteojos.

Me falta ese momento y me falta esa sensación.

Curioso lo que la cabeza considera una pérdida.

sábado, 19 de octubre de 2019

dos años

Ayer hace dos años que salió nuestra mudanza. Lo que fue nuestro hogar por 5 años se quedó vacío.
Dormimos una noche más en hotel, como muchas otras noches ese último mes.

A la mañana siguiente fui al departamento por última vez, a recoger a nuestro perrito, Tobi, y dimos un último paseo como todas las mañanas.

Ese mismo día salíamos hacia nuestro nuevo hogar, pero no nos dejaron subir a Tobi al avión, y tuvimos que dormir en hotel una noche más.

Mañana dos años de haber salido de la capital.

Una época muy feliz.  Disfrutamos mucho la zona.  Disfrutamos mucho los parques y los restaurantes.  Al final teníamos nuestra vida hecha en la zona.  Todo caminando.  Escuelas, oficina, gimnasio, yoga, super, mercado, cine.  Lo disfrutabamos con toda la familia, en pareja, con amigos.

Después el temblor evidenció que nuestra zona favorita era una zona muy vulnerable.  Lo sabíamos. Pero como todo, apenas vivirlo para entenderlo.