sábado, 20 de diciembre de 2008

El Mundo es Mío

Tenía yo como 16 o 17 años, en unas vacaciones de Semana Santa...

Monterrey estaba aburrido...

Salimos a una fiesta, y en algún momento de la noche, el Fabián, Erick y yo, decidimos que sería buena idea irnos a pasar las vacaciones a Mazatlán.

Obviamente la dificultad inicial era obtener un permiso a la una de la mañana... y además financiamiento.

No fue fácil... pero después de una hora de discusión, con argumentos poco fuertes de mi parte, mi madre se dio cuenta de que me iba a ir a como diera lugar... supongo que porque me puse a empacar aun cuando todavía no me daba permiso.

Recuerdo haber salido de casa, con mi mochila colgando, la calma de la madrugada... silencio total... sólo se oían mis pasos.

Unas cuadras más adelante ya venía Erick también caminando. Nos emparejamos sin decir palabra rumbo a casa de Fabián. Si mal no recuerdo su hermano Victor nos haría el favor de llevarnos a la central de autobuses.

Lo que recuerdo de todo esto es la sensación de libertad en ese momento en que salí de casa. No había restricciones, podía hacer e ir a donde yo quisiera.

Esa sensación y ese momento me vienen a la mente cada vez que hago algo nuevo... y recuerdo que generalmente nos limitamos solos... me gusta recordarlo y procuro revivirlo.

viernes, 30 de mayo de 2008

El Viaje a LA

De las mejores experiencias en la vida...

Mi abuela vivía en Los Angeles, California en ese tiempo... sería el 2003...

Trabajando y con esa sensación de que el mundo te pertenece... no hay límites...

Total... por algún motivo tenía una semana de vacaciones en el trabajo... me puse de acuerdo con mis hermanos... hablamos con papá, quien amablemente aportó los dólares para el viaje... y ahí vamos... viaje por carretera desde Monterrey hasta Long Beach...

Excelente viaje... paisajes, comidas, hoteles, una escala en la base de los Marines en 29 Palms... de hecho hicimos 2 ó 3 días más de lo planeado para llegar a Long Beach... cabe mencionar que Nana ya estaba un poco molesta u ofendida... pero bueno... a fin de cuentas llegamos...

Excelente experiencia por el viaje... pero sobretodo por convivir horas y horas con mis hermanos. El regreso estuvo más forzado... el último round en la manejada fué de 23 horas seguidas... de algún lugar donde dormimos (de día, pq habíamos viajado de noche) en Arizona, hasta Monterrey, porque yo tenía que trabajar un lunes...

Excelente viaje con mis hermanitos...

Los Perritos

Viví en Cananea hasta los 6 años... casi 7...
Sin embargo recuerdo esas épocas como toda una vida... toda una etapa...

Mi Nana tenía una perrita que se llamaba "La Peque"... una perrita chiquita... cruza de no se que razas... pero bien linda la perrita... de esas peluditas...

El caso era... y el recuerdo que me vino hoy a la mente... que cuando tenía perritos era para mí todo un evento...

Sabía que iban a salir muchos... y como me divertía con ellos...

No sé cuántas veces haya pasado esto... pero recuerdo varias...

Llegaba a casa de Nana... y ya había como unos 7 o 9 perritos recién nacidos... ¡¡¡NO NO NO NO NO!!! Pura felicidad...

Eran como unos G.I. Joes... pero vivos... juguetes a fin de cuentas...

Sabía que pasaría unas semanas contando con mis juguetes nuevos... pero después... se iban yendo con sus nuevos dueños...

Era triste... desagradable... sólo me dejaron quedarme con una una vez... La "Motita"... que a su vez también fue proveedora de juguetes por un determinado tiempo...

Recuerdo lo fácil que era ser feliz de niño... y me enseña lo fácil que es ser feliz de grande...

Y también... me hace reflexionar... ¿cómo pasaban tantas cosas en tan poco tiempo?

domingo, 2 de marzo de 2008

Caminatas matutinas...

Después de que salimos de Cananea, mi hermano y yo pasamos unos cuantos veranos ahí. Para nosotros eran las mejores vacaciones.

Para empezar nos quedabamos con los abuelos, quienes siempre estaban felices de vernos. Después, la comida de mi Nana era de lo mejor, había mucho dónde y con qué jugar, y se veían varios canales de EUA.

De vacaciones, sin responsabilidades, y consentidos.

El único problemita era que mi abuelo gustaba de levantarse a las 5 o 6 de la mañana a caminar, y también gustaba de que sus nietos lo acompañaran.

Recuerdo lo difícil que me resultaba levantarme a esa hora. Cananea, aún en verano, era frío por las mañanas. Y pues ahí vamos el Dani y yo a caminar un par de horas con mi Tata. Aparte no era opcional, nunca nos preguntó si queríamos ir o no. Solo nos levantaba y vámonos...

La verdad es que me gustaba mucho caminar por el campo con mi abuelo y mi hermano, pero no me gustaba eso de levantarme a horas en que todo el resto del pueblo estaba dormido.

Llegabamos a casa y Nana ya tenía listo el desayuno.

viernes, 15 de febrero de 2008

Tardes de Softball...

Justo frente a la casa de mis abuelos había un parque de baseball. Sólo había que cruzar una calle que aún hoy es de tierra y ya estábamos ahí.

Recuerdo un fresco olor a tierra y campo. Los reflectores encendidos y el bullicio de la multitud. Incontables veces crucé la calle con mi abuelo para presenciar algún partido del pueblo. Primero yo sólo. Llegábamos y él me subía a la barda, justo a un lado del poste que marcaba el "homerun" del lado de primera base. Mi abuelo y varios vecinos se acomodaban y veían el partido de pié junto a la barda. Tiempo después también recuerdo a mi hermanito sentado junto a mí.

No recuerdo que alguna vez haya habido un homerun. Y no recuerdo haber entendido el partido. Veía a los jugadores, los batazos, la gente en las gradas frente a mí, justo detrás del home.

Muy pocas veces nos sentábamos en las gradas. Recuerdo a los vendedores ofreciendo "duros". Creo que eran chicharrones con salsa. Nunca los probé.

No entendía el juego, pero disfrutaba esos ratos con mi abuelo. Pocos recuerdos de esa edad.

Supongo que uno sólo guarda lo mejor.

lunes, 11 de febrero de 2008

Primer día en la nueva sencundaria...

Mi papá me convenció de cambiarme a una nueva escuela cuando pasé a segundo de secundaria. Ahí estudió mi padrino y hablaba muy bien de ese colegio. El examen lo pasamos 3 personas de más de 100. Lo cuál me resultó un honor. Era una escuela Marista, y no sabía que esperar. Hasta el momento mi educación había sido laica (excepto por el intento de mis padres de cambiarme a un kinder religioso, en el que no duré ni 2 horas en total, pero esa historia merece su propio espacio).

En fin... resultó una experiencia de lo mejor e hice muy buenos amigos.

Pero la primera impresión no fue la mejor.

No había que llevar uniforme, más que para los días en que tocaba deportes, lo cual me agradó. Llegué a la entrada y estaba el director recibiendo a los alumnos. Lo saludé, puesto que el amablemente me saludó primero, y le pregunté que en dónde nos formaríamos para entrar a los salones. Me contestó que no se hacían filas por la mañana y que me fuera directo a mi salón.

El salón 35, en el tercer piso. Total, subí a mi salón, en donde 51 adolescentes compartirían un año de clases. Venía de una escuela mixta de salones de alrededor de 25 personas. Aqui eran sólo hombres, y eran 50.

Lo malo de la adolescencia es que la mitad ya se te hacen señores. Además, la mayoría se conocía de toda la vida.

En fin. Busqué mi lugar y me senté. Todos los demás gritaban, se saludaban, reían, bromeaban, se molestaban, etc...

En eso, veo que frente al salón dos compañeros se hacían de palabras. Uno alto y pesado, el otro pequeño y regordete. Cuando menos lo esperaba, el pequeño sacó una navaja y se abalanzó sobre el que lo estaba molestando. Por alguna razón me levanté para ayudar a desarmar al loquito ese. El incidente no pasó a mayores y la gente lo tomó con buen humor. Quince minutos en mi nueva escuela y ya había presenciado un acto vandálico.

Comenzó el día y supe que teníamos 3 recreos. Dos cortos, de quince minutos me parece, y uno largo, de 30 o 45 minutos. Los días pasarían rápido y eso me gustó.

Durante el día también, hubo un cabronsito que decidió ponerse a tirar papelitos ensalivados con una pluma hueca. Hubo uno que me pegó, volteé, disimuló, y me hice el que no supe quién había sido. No tenía referencias de nadie y no sabía quién más traería una navaja.

A la salida, un compañero me preguntó que si me habían dado con un papelito, dije que sí y me dijo que él sabía quién había sido, y que a él también le habían pegado. Me preguntó que si lo acompañaba a darle una lección. Como no conocía a nadie, dije que sí.

Lo encontramos, le gritó, le pegué, se cayó. Fin del primer día.

"¿Cómo te fué hijo?", "Bien madre, bien..."

Cabe mencionar que la escuela resultó muy agradable. El primer día no fue representativo. En parte eso, y en parte me acostumbré...

domingo, 10 de febrero de 2008

Superyo

Como millones de niños en el mundo... solía ser fan de Superman.

Recuerdo una vez que traía una capa y estaba jugando con mis amigos. En la cuarta casa en que vivimos en Cananea.

Se me ocurrió saltar del techo. No pensé que volaría, o que la capa minimizaría la caída. Sólo me dieron ganas de saltar con mi capa.

Pues sin pensarlo mucho, subí al techo, y salté al jardín.

No me pasó nada.

Hermanito Nuevo...

A los dos años de edad tuve un hermanito...

Uno de mis primeros recuerdos de él fué una ocasión que entré en nuestro cuarto y lo vi parado en su cuna, deteniéndose del barandal. Algún fin de semana por la mañana.

Se me ocurrió bajarlo para irnos a ver la tele. Lo tomé por debajo de las axilas, y lo fuí jalando hasta que pasó del otro lado.

Nos fuimos caminando a ver la tele.

Mi mamá se sorprendió un poco.

lunes, 4 de febrero de 2008

un billetito de diez dólares...

Estuve un par de días en casa de mis padres. Vi un cubo de fotografías que alguna vez me había enviado mi abuela. Estuvo en su casa por muchos años... desde que tengo uso de razón. Hay una foto en que mi abuelo me está cargando, y a un lado colocaron la foto de mi bisabuelo, todos con el mismo nombre. Hay también una foto en que mi padre me está cargando.

Decidí sacar algunas fotos para capturarlas y guardarlas en mi celular. Saqué las fotos y las acomodé. En eso salió un billetito enrollado de 10 dólares.

Era costumbre de mi abuela adjuntar un billetito enrollado a cualquier cosa que me enviara. Falleció a mis 30 años y aún lo hacía.

Voy a enmarcar ese billetito. Significa muchas cosas para mí.

¡Besos y abrazos Nana!

lunes, 28 de enero de 2008

El tres no existe...

Estaba con mis amiguitos trepado en una barda. Seguro los conocía desde hacía tiempo pero es el primer recuerdo que tengo de ellos.

Total, yo ya sabía contar, ya había pasado unos cuantos días en el kinder.

Uno de los niños preguntó su edad a los demás. Recuerdo que los demás tenían cuatro años. Cuando llegó mi turno, extendí mi mano con tres dedos levantados y dije que tres; uno de los niños volteó y me dijo con una enorme seguridad: "el tres no existe".

Tremendo shock. ¿El tres no existe? A pesar de que yo sabía la equivalencia de mi edad en dedos de las manos, y sabía contar esos dedos, me hizo dudar. ¿En verdad el tres no existía? Ellos eran mayores y habían pasado más días en la escuela.

Regresé a casa frustrado.

El tres no existe.

A vengarnos del Yogui...

Tuve la suerte de vivir una infancia increíble, puesto que mi casa estaba frente a un campo de golf, el cuál a su vez estaba a un lado de un bosque. Además, el hecho de vivir en un pueblo representaba un grado increíble de libertad para un grupo de niños. Nos juntabamos y podíamos hacer lo que fuera. Recuerdo muchas cosas, como cuando cruzamos el campo de golf y llegamos a un parque (esa vez si se volvieron locas las mamás). En fin, mil aventuras durante mi temprana infancia.

En el momento de ésta historia tenía yo como cinco años.

Total, había un perro que no sé que tanto nos molestaba, un pastor alemán, propiedad de unos vecinos. Ese día, el Homerín, el Julito, Jorgito, mi hermano Daniel y yo, decidimos que era hora de librarnos de él (Daniel tenía tres años, por lo que tal vez no opinó en ese momento).

El plan era sencillo: conseguiríamos una cuerda y la pasaríamos alrededor del tronco de nuestro árbol (más bien, mí árbol), ataeríamos al Yogui, lo amarrabamos y lo colgabamos. Por algún motivo ya sabíamos que sí lo ahorcabamos, dejaría de respirar y moriría.

De alguna manera logramos hacer unos nudos y preparar la horca. De alguna manera también logramos atraer al perro y asegurar la cuerda alrededor de su cuello. Y de alguna manera también nos la ingeniamos para jalar entre todos y colgar al perro. A veces ni yo lo puedo creer. De un lado de la cuerda el pastor alemán colgando, del otro los niños jalando. Recuerdo que el perro solo colgaba y creo que nos miraba (o tal vez eso ya lo inventé para hacer el recuerdo más interesante). No había sentimientos, no había remordimiento, había que acabar con él.

En eso la dueña del perro llegó corriendo y gritando, y lo soltamos inmediatamente. Falló la misión.

Curiosamente poco tiempo después el perro apareció muerto. Yo lo descubrí. Colgado de una de esas puertas de madera. Al parecer trató de saltarla y se atoró. Era su destino.

domingo, 27 de enero de 2008

de cuando fuí minero...

En el verano del '97, a finales de mis 19 años, tuve la "oportunidad" de trabajar en una mina. Estuve un año fuera, y añoraba esas vacaciones de verano de regreso en mi tierra, puesto que el siguiente año también lo pasaría fuera.

Me duró poco el gusto, puesto que mi padre ya me había conseguido un trabajo de verano. Bueno por lo del trabajo, malo porque era fuera de la ciudad.

A pesar de que no terminaba de agradarme la idea de pasar el verano lejos de casa, la idea de la aventura siempre me va a atraer más que lo que ya conozco. Cuando me he visto ante una decisión, en la que una de las alternativas representa algo nuevo, es casi seguro que la voy a elegir. Esto me ha resultado muy enriquecedor por una parte, pero por otra creo que en cierto sentido me vuelve inestable. En esta ocasión iba a ser minero. Mi abuelo fué minero y aún recuerdo el verlo salir de su casa con su lonchera de metal y su casco; se subía a su camioneta Ford verde y arrancaba hacia lo desconocido para mí, levantando el polvo. Yo tendría unos tres años, pero me es tan claro ese recuerdo: la iluminación, la temperatura, el olor. Después relacioné que ese recuerdo tal vez provocó que me resultara atractiva la idea de ser minero.

En fin, un par de días después de tocar base en casa, me encontraba haciendo mis maletas. Me iba a trabajar a un pueblo de 5,000 habitantes, ubicado en alguna sierra de Chihuahua. De cualquier forma me agradaba la idea de ser independiente un par de meses. Tomé mi camión a la ciudad de Chihuahua, me bajé y tomé otro a la ciudad de Parral (la capital del mundo le dicen los de ahí). Y un rato después iba rumbo a San Francisco del Oro, caminando con mi mochila por algún camino de tierra. Después tomé un taxi muy viejo. Sólo tengo un vago recuerdo de haber sentido, una vez más, esa sensación de "¿qué estoy haciendo aquí?"

Después de vivir la experiencia de bajar por primera vez a una mina subterránea en una "calesa" (todos los mineros se le quedan viendo al nuevo para ver su expresión conforme la jaulita toma velocidad y todo se vuelve obscuridad), viví muchas cosas emocionantes. Aprendí a manejar un tractor, y me divertía haciendo "trompitos" en las bóvedas gigantes, un par de kilómetros bajo tierra. Aprendí a usar una máquina (de cuyo nombre no puedo acordarme), un tipo de martillo hidráulico gigante, que trituraba piedras y en la que me podía pasar horas jugando. Me tocó encender la mecha de los explosivos y colocar y detonar explosivos plásticos para destapar un "chutis" (supongo que venía de la palabra en inglés "shooter"). Hubo otra vez que se descompuso la lampara de mi casco, pero afortunadamente volvió a funcionar.

Conocí un par de ingenieros recién graduados, un doctor haciendo su servicio social, y tres practicantes de ingeniería en minas; con quienes me iba de fiesta a la ciudad de Parral. Pasamos muy buenos momentos. Una vez nos robamos (y porsupuesto después devolvimos) una camioneta de la mina para poder irnos a pasear.

Hubo una escena que me gustó mucho, en la que iba bajando de la sierra en el transporte que iba y venía a la mina, del tipo de un transporte escolar de las películas americanas. Aún de noche hacia abajo se veía un hermoso bosque. Los vehículos levantando el polvo en los caminos de tierra, y los mineros jugando como niños, contentos de terminar un día más de trabajo.

Otra situación divertida fué que venía la tan esperada pelea de Mike Tyson, quien regresaba al ring después de 11 meses. Era la revancha contra Holyfield, y se esperaba que Tyson ahora vendría muy bien preparado después de haber sido noqueado. Pues el preparar las instalaciones para ver la pelea fué todo un acontecimiento. Hubo que conseguir una antena, conseguir escaleras, cables, una televisión decente y demás. Además de cerveza, carne, asador, etc. La instalación y ajuste de la antena tomaron más tiempo de lo esperado y creo que logramos captar la imágen a la mitad del segundo round. Nos estabamos terminando de acomodar para disfrutar el evento, cuando Tyson decidió morder la oreja de Holyfield y se suspendió la pelea. Sé que a mucha gente le pasó algo similar, pero dudo que muchos hayan tenido que instalar una antena y cableado de televisión.

En fin, resultó ser una excelente experiencia. Muy enriquecedora. En aquel tiempo la comunicación no era lo que es ahora. Perdí contacto con todos los que fueron mis amigos ese par de meses en que fuí minero. Me gustaría saber que fué de ellos. Ni recuerdo sus nombres.

sábado, 26 de enero de 2008

El primero

Nací un 23 de agosto de 1977.

Hijo primogénito de un matrimonio jóven. Mis padres se conocieron siendo los dos estudiantes foráneos en la ciudad de Monterrey. Después de casarse se establecieron en Cananea, una pequeña ciudad minera situada en Sonora, donde nació mi padre y aún vivían mis abuelos.

A pesar de haber nacido en Hermosillo, siempre me he considerado cananense.

Soy el mayor también de todos mis primos, por lo que desde muy pequeño fuí grande.