viernes, 15 de febrero de 2008

Tardes de Softball...

Justo frente a la casa de mis abuelos había un parque de baseball. Sólo había que cruzar una calle que aún hoy es de tierra y ya estábamos ahí.

Recuerdo un fresco olor a tierra y campo. Los reflectores encendidos y el bullicio de la multitud. Incontables veces crucé la calle con mi abuelo para presenciar algún partido del pueblo. Primero yo sólo. Llegábamos y él me subía a la barda, justo a un lado del poste que marcaba el "homerun" del lado de primera base. Mi abuelo y varios vecinos se acomodaban y veían el partido de pié junto a la barda. Tiempo después también recuerdo a mi hermanito sentado junto a mí.

No recuerdo que alguna vez haya habido un homerun. Y no recuerdo haber entendido el partido. Veía a los jugadores, los batazos, la gente en las gradas frente a mí, justo detrás del home.

Muy pocas veces nos sentábamos en las gradas. Recuerdo a los vendedores ofreciendo "duros". Creo que eran chicharrones con salsa. Nunca los probé.

No entendía el juego, pero disfrutaba esos ratos con mi abuelo. Pocos recuerdos de esa edad.

Supongo que uno sólo guarda lo mejor.

lunes, 11 de febrero de 2008

Primer día en la nueva sencundaria...

Mi papá me convenció de cambiarme a una nueva escuela cuando pasé a segundo de secundaria. Ahí estudió mi padrino y hablaba muy bien de ese colegio. El examen lo pasamos 3 personas de más de 100. Lo cuál me resultó un honor. Era una escuela Marista, y no sabía que esperar. Hasta el momento mi educación había sido laica (excepto por el intento de mis padres de cambiarme a un kinder religioso, en el que no duré ni 2 horas en total, pero esa historia merece su propio espacio).

En fin... resultó una experiencia de lo mejor e hice muy buenos amigos.

Pero la primera impresión no fue la mejor.

No había que llevar uniforme, más que para los días en que tocaba deportes, lo cual me agradó. Llegué a la entrada y estaba el director recibiendo a los alumnos. Lo saludé, puesto que el amablemente me saludó primero, y le pregunté que en dónde nos formaríamos para entrar a los salones. Me contestó que no se hacían filas por la mañana y que me fuera directo a mi salón.

El salón 35, en el tercer piso. Total, subí a mi salón, en donde 51 adolescentes compartirían un año de clases. Venía de una escuela mixta de salones de alrededor de 25 personas. Aqui eran sólo hombres, y eran 50.

Lo malo de la adolescencia es que la mitad ya se te hacen señores. Además, la mayoría se conocía de toda la vida.

En fin. Busqué mi lugar y me senté. Todos los demás gritaban, se saludaban, reían, bromeaban, se molestaban, etc...

En eso, veo que frente al salón dos compañeros se hacían de palabras. Uno alto y pesado, el otro pequeño y regordete. Cuando menos lo esperaba, el pequeño sacó una navaja y se abalanzó sobre el que lo estaba molestando. Por alguna razón me levanté para ayudar a desarmar al loquito ese. El incidente no pasó a mayores y la gente lo tomó con buen humor. Quince minutos en mi nueva escuela y ya había presenciado un acto vandálico.

Comenzó el día y supe que teníamos 3 recreos. Dos cortos, de quince minutos me parece, y uno largo, de 30 o 45 minutos. Los días pasarían rápido y eso me gustó.

Durante el día también, hubo un cabronsito que decidió ponerse a tirar papelitos ensalivados con una pluma hueca. Hubo uno que me pegó, volteé, disimuló, y me hice el que no supe quién había sido. No tenía referencias de nadie y no sabía quién más traería una navaja.

A la salida, un compañero me preguntó que si me habían dado con un papelito, dije que sí y me dijo que él sabía quién había sido, y que a él también le habían pegado. Me preguntó que si lo acompañaba a darle una lección. Como no conocía a nadie, dije que sí.

Lo encontramos, le gritó, le pegué, se cayó. Fin del primer día.

"¿Cómo te fué hijo?", "Bien madre, bien..."

Cabe mencionar que la escuela resultó muy agradable. El primer día no fue representativo. En parte eso, y en parte me acostumbré...

domingo, 10 de febrero de 2008

Superyo

Como millones de niños en el mundo... solía ser fan de Superman.

Recuerdo una vez que traía una capa y estaba jugando con mis amigos. En la cuarta casa en que vivimos en Cananea.

Se me ocurrió saltar del techo. No pensé que volaría, o que la capa minimizaría la caída. Sólo me dieron ganas de saltar con mi capa.

Pues sin pensarlo mucho, subí al techo, y salté al jardín.

No me pasó nada.

Hermanito Nuevo...

A los dos años de edad tuve un hermanito...

Uno de mis primeros recuerdos de él fué una ocasión que entré en nuestro cuarto y lo vi parado en su cuna, deteniéndose del barandal. Algún fin de semana por la mañana.

Se me ocurrió bajarlo para irnos a ver la tele. Lo tomé por debajo de las axilas, y lo fuí jalando hasta que pasó del otro lado.

Nos fuimos caminando a ver la tele.

Mi mamá se sorprendió un poco.

lunes, 4 de febrero de 2008

un billetito de diez dólares...

Estuve un par de días en casa de mis padres. Vi un cubo de fotografías que alguna vez me había enviado mi abuela. Estuvo en su casa por muchos años... desde que tengo uso de razón. Hay una foto en que mi abuelo me está cargando, y a un lado colocaron la foto de mi bisabuelo, todos con el mismo nombre. Hay también una foto en que mi padre me está cargando.

Decidí sacar algunas fotos para capturarlas y guardarlas en mi celular. Saqué las fotos y las acomodé. En eso salió un billetito enrollado de 10 dólares.

Era costumbre de mi abuela adjuntar un billetito enrollado a cualquier cosa que me enviara. Falleció a mis 30 años y aún lo hacía.

Voy a enmarcar ese billetito. Significa muchas cosas para mí.

¡Besos y abrazos Nana!