viernes, 17 de julio de 2009

Pequeño traidor…

Teníamos vecinos nuevos.

Uno de nuestra edad y un hermano mayor enorme (como de 9 o 10 años).

A Homerín, Julito y a un servidor no nos cayeron muy bien. Quisimos ser amigables, lo recuerdo bien. Pero no eran simpáticos y no quisieron ser amigables.

En fin, en adelante hubo una serie de problemas y terminamos de pleito. Pedradas, gritos, insultos, etc.

En una ocasión tuvimos que darle su merecido al pequeño extraño. Al parecer le pareció ridícula nuestra prueba de ponernos un gusano bellotero en el brazo. No tenía remedio y merecía la lección.

En eso, mientras el menor estaba en el suelo llorando, vimos venir al grandulón corriendo hacia nosotros. Parecía un toro enojado. No le agradó ver a su hermanito llorando.

Ya venía muy cerca, por lo que salimos corriendo hacia mi casa con el monstruo tan sólo a un metro de nosotros.

Homerín, que corría más rápido, llegó primero a mi casa y abrió la puerta. Entró corriendo y enseguida entré yo. La adrenalina corría por mis venas y me volví para cerrar la puerta en cuanto entrara Julio.

Desgraciadamente el niño grande venía justo atrás de él. A punto de atraparlo.

Tomé la puerta, indeciso con respecto a cerrar o no.

Recuerdo la cara de Julito. Desesperado… Si el miedo tiene rostro sin duda es exactamente como lo que ví ese día.

Atrás venía el monstruo. No dudaría en despedazarnos a los tres si tenía oportunidad.

Tuve que tomar una decisión. Y la decisión fué salvar mi trasero. Cerré la puerta en las narices de Julito.

Oí mucho ruido y corrí a pedir el auxilio de mi mamá. Llegó mamá y abrió la puerta. Julito yacía tirado en el piso, llorando desconsolado. El monstruo había desaparecido.

Hasta la fecha sufro con ese recuerdo.

Después nos vengamos unas cuantas veces…

Llegaron los Reyes Magos…

Llegué a casa de cenar en casa de los abuelos.  En el jardín había excremento de algún animal grande.  Caballos o vacas seguramente.

Para mí eran de un elefante, un caballo o un camello. Tal vez de los tres. Los Reyes Magos habían llegado.

Mi papá estuvo de acuerdo conmigo, era lo lógico. 

Efectivamente, entré y los regalos ya estaban ahí.

Los regalos de los Reyes Magos no eran tan divertidos como los de Santa.  Por lo general ropa y dinero.  Pero igual fue emocionante.

La Lluvia de Estrellas

Allá por 1981, durante la mañana, mi padre me informó que por la noche habría una “lluvia de estrellas”.

Pasé el día entre emocionado por el espectáculo inimaginable que me esperaba. Algo nunca antes visto en mis 4 años de vida.

Olvidé preguntar cuál era el impacto que tendrían las estrellas al tocar tierra, cosa que me preocupaba un poco. ¿Caerían lejos? ¿No alcanzan a llegar a la tierra? ¿De qué tamaño es una estrella? ¿Qué es una estrella? Todas esas preguntas vinieron a mi mente demasiado tarde, pues me fuí a la escuela y no vería a mi padre hasta la tarde.

Recuerdo que la impaciencia hizo que el día pareciera eterno.

Llegué a casa y comencé a hacer todas mis preguntas a mi madre. De acuerdo a lo que entendí, no eran estrellas, pero eran fragmentos en el espacio, algo relacionado al calor y fragmentos encendidos. Pero no tenía de que preocuparme porque no llegaban a la tierra. ¿Entonces, eran pedacitos de piedra? Muchas otras preguntas surgieron en mi mente. ¿De dónde vienen? Siguió la paciente explicación de mi madre. Que por cierto, desde pequeño me enseñó qué cuando no entendiera algo había que ir por la enciclopedia. Hasta la fecha no puedo estar tranquilo si no investigo algo que no sé. Ese día consultamos un diccionario enciclopédico que por ahí ví vivo hace poco.

En fin… llegó la noche, sacamos unas cobijas al jardín y nos recostamos todos a esperar. La noche era fresca y me sentía muy cómodo. Cómodo como sólo te sientes de pequeño.

Recuerdo que no estaba tan seguro de que no llegaran a la tierra. Y me sentía bastante nervioso. La idea de unas piedras envueltas en llamas cayendo del cielo no me dejaba del todo tranquilo.

El espectáculo fué increíble. El cielo despejado de un pueblo permitió ver por muchísimo rato una cantidad impresionante de estrellas fugaces. De repente los nervios volvían, pues eran muchas y moviéndose muy rápido. ¿Cómo estabamos seguros que no caerían en dónde estábamos?

Jamás en la vida he vuelto a ver un espectáculo similar…