A tres meses de haber perdido a mi papá, me voy dando cuenta que su recuerdo deja de doler y se vuelve un recuerdo que provoca sentimientos positivos.  Deja uno de pensar en que ya no está, y comienza uno a pensar en qué me dejó. 
Todo el día, todos los días, recuerdo la última vez que abracé a mi papá... y aunque daría lo que fuera por volverlo a abrazar... ya dejó de doler y se vuelve algo bueno.  Como cuando tienes una foto que te gusta a la vista.
Por otro lado, en todo momento lo siento cerca.  Me considero alguien suficientemente objetivo, como para no caer en negaciones.
 
 
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