Pasaron un año y cuatro meses desde aquel día...
Lo primero que uno sufre es la pérdida. Creo que la pérdida evoluciona en un proceso de duelo que ya está más que definido. La pérdida fué lo primero que mi cabeza quiso enfrentar. Lo hizo bien. Ganamos. Por lo general los recuerdos de papá vienen con una sonrisa. Ya no está, y tarde o temprano ya no iba a estar. Me faltó, pero supongo que de seres queridos nunca llena uno.
Después viene el lidiar con las circunstancias. Esto me ha sido un poco más complicado.
El problema es que no me había dado cuenta.
Las circunstancias de ese día. De esa semana. De esa Navidad.
Después el año siguiente. Cada tres meses me sentía ya listo para seguir adelante y cayendo en cuenta que viví los últimos tres en piloto automático.
Después del primer año, siento como que el color y el calor ha ido regresando a la vida. Veo el primer año como gris y frío. El segundo ya no tanto. Como cuando en las caricaturas llega la primavera.
Nomás porque así es la vida, regresan las circunstancias pegando como con guante de box alterado. Ahora causando estragos.
No me tumba, pero sí me afecta. Más que nunca. No sería problema si me afectara sólo a mí. Pero son causas y traen efectos que no puede uno contener en la cabeza.
Me las voy a arreglar. No tengo duda. Sólo que aún no sé cómo.