Disfrutaba de un interesante libro, despues de haberte puesto pijamas, contado un cuento, llevado al baño, preparado y servido un jugo fresco y servido un vaso de leche de almendras...
Del baño para acá, son algunos de tus pretextos para no dormir.
A pesar de incertidumbre sobre decisiones que hay que tomar, estaba leyendo agusto. Muy relajado.
Estaba a tu lado esperando a que te durmieras. Ya tenías sueño pero seguías moviéndote.
En eso me dices: "me ayudas a dormir, papi?"
Eso significa abrazarte, cantarte, acariciar tu pelo y darte palmaditas en la espalda. En un orden que hay que ir diseñando sobre la marcha.
Hago a un lado el dispositivo en el que leía.
Claro que te ayudo y lo disfruto lo más que puedo. Me lo aprendo de memoria para poder volver a vivirlo en mi cabeza cuando yo quiera.
Te vuelvo a cantar una de las varias canciones que inventé durante esa infinidad de horas que tuve el placer de arrullarte.
Ya no te puedo decir "mi bebé", porque inmediatamente me corriges y me recuerdas que tu ya eres "niña grande".
No te puedo decir, pero siempre será así.